Chingue a su madre el que se ofenda.

31 octubre 2005

DEL EXTRANJERO Y SU PERTENENCIA...

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Se puede ser extranjero en su propio país, incluso se puede ser extranjero en la ciudad de nacimiento.

El regreso al pasado puede hacerte sentir eso, esa sensación de extrañeza, de no pertenencia, cuando regresas a los lugares donde jugaste o creciste, son tuyos o fueron tuyos. Donde aun a pesar de estar en “tu tierra”, ya no perteneces a ella.

¿Se puede pertenecer a un lugar?

Durante mi viaje a Guatemala, una sensación de pertenencia me invadió, me sentí realmente en casa; cada callejuela, cada portón con un perro echado a la puerta, los techos de teja y sus calles empedradas, aunado a la niebla que rodeaba los cerros de los pueblos que por primera vez en la vida observaba, me formaron un sentimiento de nostalgia, de ansiedad, quise quedarme a vivir allí, entre panaderos y artesanos, entre cañeros y vendedores de fruta…la tristeza al despedirme de esa tierra fue inmensa, pero al momento justo de partir, una imagen me desconcertó: Una mujer con una enorme deformación en el rostro, que le hacia parecer un monstruo, (como en la película del Hombre Elefante), era cargada en una pequeña plataforma de madera, vestida con ropas elegantes, similares a la de los santos, siendo la reina de la feria de San Adolfo, el patrono de la ranchería. No pertenezco a eso, nadie me conoce, nadie sabe quien soy ni yo se nada de ellos.

En mi ciudad natal, los lazos que me unen al pasado, son endebles, camino por las calles que antes me parecían verdaderos ríos en época de lluvias, hoy de un solo paso los sorteo sin mayor problema. La gente ha envejecido y yo he crecido, ya no soy un niño, quiero mi pasado, me trae grandes recuerdos los bordes de la banqueta donde con mis carritos jugaba metitas en solitario. Pero no pertenezco a este lugar, hace mucho que al regresar, me siento extranjero.

Cruzo a Estados Unidos, el “custom” me pide mis documentos, me pregunta de quien es el auto, me ve con sospecha, me deja pasar. Llego a la tienda de ropa, me preguntan mi Zip, me ofrecen tarjeta de crédito para mayores ofertas, rechazo todo, con mi ingles mal pronunciado y el acento Mexica que tengo, logro ver en el rostro de la cajera una leve decepción…si, soy mexicano, no te sirvo como cliente de verdad.

Salgo de la tienda y veo un puesto de Pretzels, la bandera norteamericana ondea junto a la de California, una banda toca a lo lejos un himno de algún emotivo acontecimiento estadounidense…hay lugares donde el ser extranjero adquiere mayor obviedad, mayor dolor, aun observando, nunca llegaremos a ser parte del sueño americano, somos extranjeros a fin de cuentas.

Vago por mi ciudad y no pertenezco a nada, todo es como una película, me convenzo más de que si se puede ser extraño aquí y allá. La soledad es el cáncer de mi vida. Soy tan diestro en ella, que me resulta peligroso hacer mas malabares cada vez, algún día por jugar con ella, me voy a lastimar. Un extranjero juega con la pertenencia, un viajero mas aun, cuando vas de ciudad en ciudad, de país en país y no logras arraigarte en ninguno; los ciudadanos del mundo, terminan siempre mal, porque siempre llega el momento en el que esperas sin ser correspondido. El pasado es un país, el extranjero es un sentimiento. La metáfora inconclusa expresa la duda, ¿Se puede pertenecer a un lugar?

El futuro aguarda y es prometedor, pero el extranjero no podrá sostener su condición, necesita una patria, necesita un hogar. ¿Qué hace un extranjero que en su propio país, es extraño?...

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...