Chingue a su madre el que se ofenda.

15 febrero 2006

CUENTO CORTO -- 28VA TRILOGIA --INCIERTO X

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Noche con noche el sueño recurrente persiste, no es sueño, es pesadilla; en ocasiones mi propio animo positivo me hace enojar. La pesadilla comentaba yo, consta de dos personas en un plano indefinido, solo enmarcado por una oscuridad inmensa. Una de esas personas soy yo, quien desesperadamente busca la salida o la luz, una solución al imperante problema de la tiniebla irremediable. Una voz se escucha a lo lejos y al tratar de ubicar su posición, me alejo cada vez mas de ella, de su posición; tal vez ella es la que se aleja y no yo.

Durante el día, la situación planteada me roba los pensamientos, puesto que el sueño sucede cada noche, sin falta, como parte de un proceso fisiológico irremediable. He intentado concentrarme en la situación dentro del mismo, tratar de evitar la repetición y aunque me siento plenamente conciente de lo que sucede, soy incapaz de despertarme, hasta que el largo caminar y la desesperación creciente hacen que caiga en un hueco, es reducido, lo puedo apreciar; mas sin embargo siempre caigo en el. Allí es donde despierto.

Llego a casa, ubicada en Down St.

Al no disponer de televisión, radio ni periódicos, solo acostumbro leer algún libro del cúmulo de viejas publicaciones que he adquirido en las ventas ocasionales. Me especializo en libros relacionados a la segunda guerra mundial. Si tan solo hubiera existido un poco de mayor fortaleza ante los ataques a Normandia, Normandia fue la clave.

Fantaseo con los campos de concentración, me entusiasma muchísimo la “nueva propuesta” (nueva para su tiempo), de convertir en un producto aprovechable, lo que en vida es realmente inservible; la noche de los cuchillos y el admirable Himmler me impresionan.

La solución final era una maquina con un engranaje perfecto, Himmler lo hacia tan bien, que su eficiencia productiva le llevo a asesinar a millones de personas en tiempos record. La solución final tiene una belleza muy profunda. No como el idiota de Hess, quien se comió medio siglo en prisión y no tuvo el valor de suicidarse antes.

Pero divago amigos míos, explicaba pues, los asuntos de mi sueño.

En mi etapa de sueños con ondas lentas, adquiero una estabilidad y descanso que me mantienen sano, pero en la etapa de sueños con movimientos rápidos, mi problema comienza. Me dispongo a dormir temprano, con la esperanza de descansar lo suficiente.

Antes de cerrar los ojos, dispongo de agua natural en una jarra; ya he aprendido que dormir con alcohol o cafeína en la sangre, solo empeora mi distensión psicológica. No he podido, muy a mi pesar, arreglar el molesto ruido del motor de la calefacción del edificio.

Cuando trate de hablar con el dueño del condominio, su reacción prepotente me obligo a tratarlo de manera poco cortes; el ruido persiste y empeora mi percepción dentro de mi pesadilla. Atrozmente apago las luces y con cierto miedo, el cual no logro a pesar de la constante repetición, me duermo.

Es curioso que no tenga problemas para dormir, de hecho, 3 minutos bastan normalmente para abrirme paso entre los muertos que respiran. Pero el terror vuelve. He tenido la suerte de entrevistarme con el Dr. Keath Hearne, quien me ha dado un programa de terapia; aquí, en Edimburgo, el tipo solo estara un par de semanas, suficientes para practicarme su método.

En una mesa de exploración baja, me dice que me duerma; lo hago sin problemas y pierdo el hilo.

Al recobrar cierto sentido, mi mente manda imágenes bastante raras, una mujer negra que me ofrece un caparazón de tortuga con un caldo dentro, paisajes selváticos y la visión de un niño desnudo jugando con fango. Sin poder salirme del sueño, salgo huyendo y me encuentro con un tipo que se ha quitado los parpados con una navaja.

Al despertar, el Dr. Keath Hearne me explica los significados de esas visiones y no dudo en comprarle el tratamiento a base de capsulas chinas que me ofrece. Me alegra pensar que por lo menos, ya no soñé con aquella oscuridad agobiante.

~~~

Sin lograr ningún avance, mis sueños han empeorado muchísimo, la última noche fue horrenda:

La mujer me encontró, me tomo de la mano y en la oscuridad, me condujo sin decir palabra aun lugar aun mas tenebroso, hacia frío y un raro sonsonete se escucho; después de un rato de no movernos, desperté sudando.

Cada noche se repite el sueño y se van agregando cosas más difíciles de describir, son caóticas, como si las hubiera vivido, mas sin embargo no tienen nada que ver conmigo.

Estoy dentro del sueño.

Camino tomado de la mano de la mujer, hemos pasado ya el gran lapso sin movimiento y los patos que nos trasportan a traves del liquido negro que es iluminado levemente por un halo de luz proveniente del suelo. Sobre una superficie inestable, gelatinosa, bajamos descalzos hacia un lugar, que para variar, desconozco. Su mano fría aprieta cada vez más y sin evitarlo, ni siquiera pensarlo, le grito que ya no jugare este juego que me jode la vida. Salgo corriendo y el entorno se ilumina, veo caras en la parte superior del semicírculo en el que me encuentro, las caras son cabezas y las cabezas me escupen líquidos verdes, malolientes y seguramente con algún virus dañino, estoy dentro y no puedo despertar, no puedo evitar estar aquí…desaparecen y quedo en un plano blanco, mi propia piel es blanca, no me distingo, no puedo notar mis movimientos, no existo, existiendo.

Down St. pierde la calma, los muebles de un departamento en condominio son desalojados y un reporte en la oficina del principal de la comarca espera ser atendido, la desaparición de un hombre llamado William Spencer.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

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