Chingue a su madre el que se ofenda.

08 marzo 2006

AY, AY, FESTEJEN EL DIA DE LA MUJER

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Festejen, grupos y organizaciones de mujeres azotadas. Vivan la fantasía que les ofrece la concesión concertada. Los decretos de días oficiales son un buen avance, ni que decir de la igualdad de oportunidades, de la incursión de la mujer en otros ámbitos de la vida social del hombre. Anímense, allí la llevan, aunque sea una realidad, que nunca habrá equidad.

Y si lo niegan, vivan su ilusión, así como la Ley indígena, como los negros o los homosexuales. Aunque la disminución de la discriminación y la opinión publica hipócritamente crean ambientes propicios para su convivencia, su intención no es sincera y mucho menos el resultado en el futuro. No habrá equidad simplemente porque es una confrontación en la que el hombre no perderá.

Los matriarcados terminaron y no volverán. La historia no engaña. Sin embargo la lucha femenina y feminista no es por el control, no son tan pendejas. Su lucha es por igualdad de derechos. Los derechos los tendrán, pero su inferioridad no será disminuida; los cuentos de hadas sobre la valoración de la divinidad femenina, hoy día, solo sirven para azotarse en exposiciones de arte egipcio o en ocasiones donde las nalgas exigen una platica propositiva acerca de la mujer.

Los hechos protagonizados por las mujeres son tan pequeños e insignificantes, que se podrían enumerar, de manera tal que la igualdad será concedida para digamos, evitar una huelga sexual al estilo de las griegas de antaño; por cierto, el día comenzó a festejarse en beneficio de las mujeres trabajadoras, leyeron bien mujeres mantenidas por el marido, no se cuelguen de los diminutos logros de las mujeres que si saben que significa trabajar. Huevonas, prendan la tele mejor, a los programas matutinos que son quienes se desviven por exaltar el significado de este día, que reditúa en mayor raiting, solo eso, manejo de masas y pan para que cierren el hocico.

El día de la mujer es pues, una ocasión para que se sientan importantes, como cuando el hombre hipócritamente compra rosas o regala chocolates, todo con el afán de manipularlas a nuestro antojo. Hay que dejarlas hablar y organizarse, nada cambiara.

El festejo es un oasis para sedientos de granos de arena. Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

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