Chingue a su madre el que se ofenda.

10 marzo 2006

RELATO CORTO -- LA FELICIDAD, CON INTENCIONES FRATERNALES...

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He de confesarte, Macbeth, que mi mayor vicio, es mi egolatría. Este vicio me ha hecho hacer cosas bastante loables, como gastar mi tiempo en un doctorado en el extranjero y escribir un par de libros, pero mas allá de eso, mi mayor motivación es y seguirá siendo siempre, cogerme a mas mujeres.

Tú has observado todo desde que nos conocemos.

Ya le he perdido el gusto al sexo, sabia que llegaría este momento, siempre tuve conciencia de eso y aun a pesar de ello, seguí la carrera contrarreloj, no había mínima posibilidad de que las cosas fuesen diferentes; coger me resulta igual a comer o a beber. Inercia, solo eso.

Aquella tarde, cuando ante aquella anciana con ínfulas de juventud, en la calle Lirios #3465 del Fracc. Del lago, haciendo encuestas, mi primer trabajo de universitario, aquella mujer de cabellos rizados, castaño oscuro y piel clara, que pintaba unos 45 o 50 me invito a pasar a la sala, aquella tarde fue mi real perdición. Entre y me dio un refresco con hielo.

El calor en esa época era intenso, mi piel ya estaba tostada por el calor infernal que abunda todo el tiempo aquí en Tijuana, llevaba yo una playera negra, nunca pude dejar atrás ese color en algún lugar de mi vestimenta corriente, pantalones de mezclilla y además, una sed infernal. Tus ojos me miraban fijos y sin alardes de ningún tipo, me invitaste a bañarme, tenias ropa de mi talla que no había sido siquiera usada por tu hijo, quien tenia tiempo que no veías.

Esa conversación duro mucho tiempo, cuando la hora de ir a la escuela llego, disimule y decidí no asistir, no tenia sentido dejar pasar la oportunidad de lo que fuese, algo pasaría, yo no era tonto. Entre a tu baño, regadera dorada, cortinas brillantes y lociones y perfumes caros en el tocador, toallas limpias, de varios colores y un gran gabinete con accesorios e insumos propios del sitio.

Aquella mujer de cabellos rizados y castaños se llama Lucia. De primer instancia me pareció bella, ciertamente madura pero bella, delgada y un poco distante, pero bella. Se me acerco, me dijo que si yo la quería.

Obviamente acerté al decirle que si, además agregue mi admiración por los detalles de su rostro, los cuales con la cercanía comenzaron a incomodarme. Su aliento me recordaba el olor a oxidado que surge de la escalera que me conducía a mi cuarto de renta, un olor a viejo, toxico y aberrante. Me toco la entrepierna, la cual mas por cuestiones técnicas, que por pasión, ilumino la tarde.

El sexo oral fue determinante en mi vida a partir de esa tarde, el olor de la mujer de cabellos rizados y castaños me persiguió por mucho tiempo. Al hacerlo, me decía que si había algo de malo en ella, pregunta insistente que no pude dejar de tomar en cuenta. Al terminar se retiro, se oculto entre las batas que usaba y se fue al baño.

Ya de noche salí y busque un taxi. La zona estaba muy lejana de algún lugar céntrico y camine rumbo al boulevard Insurgentes. 3 años después visite la misma casa, entre al mismo baño, ebrio y feliz, festejando con los amigos el final de la licenciatura. Afortunadamente la mama de Erick no se encontraba en casa. Vi alguna foto y me alegro que luciera un rubio espectacular.

NO TODOS somos igualmente cabrones, pero si somos igualmente calientes. Unos más notorios, otros más reprimidos. De allí el proverbio de “He pecado de pensamiento…”

Tener sexo con novias de mis amigos. Es un deporte que por un tiempo me mantuvo atento y feliz. Toda una odisea al estar encima de las perritas que alardeaban un sinfín de pendejadas frente a todos. Que si su familia hizo esto, que si me compre aquello, que si leí a Saramago, que si escribí en Replicante. A fin de cuentas acababan abajo, con el culo parado y gimiendo por tenerme dentro además de un par de dedos en el culo. Siempre he visualizado misóginamente, que la penetración es una derrota para las mujeres, al igual que para los homosexuales. Yo y mi lucidez mental.

Me he relegado al autismo. Todo gira entorno a mí. Mis relaciones sentimentales no fueron mejores en la universidad. Siempre oculto, siempre a escondidas, a escondidas de los padres, a escondidas del esposo, del novio. Incluso para coger nos escondíamos de la policía o de los vigilantes en centros comerciales. Nunca más probé la estabilidad que me dio mi novia (la estabilidad de caderas, nunca se ladeaba cuando la tomaba por detrás, buena vaca diría yo). A la cual bajo embustes clásicos convencí de mi amor e incluso logre que me prestara fuertes cantidades de dinero. La convencía de todo, lo cual me aburrió, me hastió. Principalmente escucharle berrear lo mismo siempre, te quiero…¡No todo es un te quiero en esta vida!.

Hubiera dado algunas cosas, es decir, concesiones en mi caprichoso andar por una mujer que conocí en un bar. Berna, piel blanca, mirada estremecedora, senos firmes, pantalones deslavados, tenis converse, platica entretenida y 18 años. Tremenda mujer.

Conociéndola, con ella descubrí la desilusión general de toda esperanza. Mi ridículo nihilismo romántico llego al subterráneo cuando me platico desenfadadamente que era drogadicta y bisexual. Bastante tuve que soportar al verla escupir espuma fuera de mi cuarto, espantada porque al tener un orgasmo, una sensación enfermiza de vomito la había traicionado. Esa noche una escena épica tuvo lugar. Vomitando fuera del cuarto, en plena oscuridad, sentí asco de verla desnuda, de haber estado con ella, de ver lo puta y fácil que me había resultado llevarle a la cama. Tome sus cosas y las arroje fuera. Mi sueño no se vio afectado por los golpes y rayadas de madre que recibí, mas allá de intimidarme sus amenazas, me divirtió pensar que alguno de sus antiguos amantes, a cambio de una mamada, me viniera a buscar para golpearme. Imagine una cicatriz en la ceja izquierda que hiciera juego con la derecha.

De pequeño Cesar Fontanier fue caso difícil. Las vírgenes de la parroquia familiar deben odiarme y me maldicen desde donde radiquen. Sus pantaloncillos manchados con pintura roja me provocaban a los 12 años, una excitación peculiar. También espiar a mi abuela al bañarse era interesante, hasta que contrataron a una maestra para mis clases optativas por las tardes. Su nombre era Maria y era bajita. Su cabello chino me enloquecía, en medio de una sonrisa semi infantil. La convivencia hace que ocurran las cosas más raras. Tuvimos sexo oral, un sesenta y nueve descompuesto que, sorprendido por la abuela, termino en tragedia.

Mis recuerdos me hunden más. Ya no se me antoja nada, a los 26 años me siento vacío, quisiera enrolarme en alguna estupidez como ser voluntario para alguna pendejada, algo como voluntario en África, dándole latigazos a los chamacos panzones para que sigan haciendo tenis Niké. Vaya pavadas. Mi trabajo, el cual me involucra con mucha gente, me resume a los mismo, termino conociendo muchachas, señoras, con quienes termino saliendo y teniendo algo, desde besitos tiernos fingidos por mi excelente manejo del feeling, hasta revolcones en discotecas o en autos desconocidos.

Así es Macbeth, por mas que intente enamorarme de ti, no me es posible, entiéndelo, es simplemente…digamos…aburrido. Coloco a Macbeth en su estuche y le pongo llave…

Pero no soy un superhombre, sigo dependiendo de las mujeres, de su inocencia, ya entiendo la emulación vampirezca, el origen de los ídolos Casanova, Don Juan, Pepe el Toro. Simplemente amo a las mujeres y aunque ninguna de estas llegue a amarme, me sentiré digno, porque alguien capaz de adorar un grupo de rock, una caricatura, una marca de ropa o un escritor, es subestimable al adorar por amor.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

2 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

Bueno, suele suceder, las cosas a veces cambian con todo el tiempo encima. Hasta pancho López su hubiera podido morir antes.

LA_MAGA dijo...

de uno asi me enamore...aun hay mujeres tontas x ahi... demasiadas ves? se enamoran d hombres asi¡¡¡¡ q grandisima estupiedez depronto todos son asi en alguna medida.