Chingue a su madre el que se ofenda.

04 abril 2006

CUENTO CORTO -- 30VA TRILOGIA -- ODIO A LA MADRE

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Odio a mi madre, la odio y sin vergüenza, afirmo que es una sabandija sin valor.

Mi madre, aquella mujer que dejo sus pequeños sueños personales, su intención de ser secretaria o algo parecido por tradición familiar, por las burdas preseas que le podría otorgar el matrimonio con mi padre, aquella mujer que al conocerlo dejo sus cosas, su vida y se dedico a limpiar la sombra de la vida de alguien insignificante, de un borracho mal nacido que a duras penas podría escribir su nombre con letra cursiva, aquella mujer que me soportaba cualquier desplante y despotrique rabioso de mocoso pendejo. Esa mujer esta en cama, a punto de morir y siento asuntos raros.

Asunto raros que radican en su actitud, ¿Por que aceptar a mi padre ebrio, con marcas en el cuello que demostraban la existencia de alguna mujer violentamente apasionada en su presente inmediato?, ¿Por que no reclamar cuando me golpeaba solo por no rezar con la abuela en las tardes y preferir hacer figurillas de plastilina?.

Su mirada suplicante cuando llegaba mi padre totalmente perdido, la nubosa percepción de la realidad, de su mujer, le permitía decorosamente golpearla y violarla cada noche, a excepción de cuando venia satisfecho desde algún burdel. Su mirada pues, me empezó a causar nauseas, vomito, pestilencia, su intención de convertirse en mártir, en la victima, de ser la buena esposa, de ser la mujer que todo lo soportaba por amor.

Verla coser mis pantalones rotos en algún juego callejero, totalmente putrefacto.

En ocasiones llegue a plantearme el respetarla, amarla por estar allí, pero ese mismo punto, la volvía insoportable, como un perro que a pesar de los golpes, se mantenía comiendo las sobras de comida de la casa; ella tenia sobras de amor y dignidad.

Y se lo mereció, todo, malos hijos, malas amistades, por ser tan inútil. Tan simple.

La veo atada a tubos de plástico y agonizante. Su mirada se abre, se ilumina con esas pestañas adorablemente suyas. La veo desde lejos y siento su pesadumbre, se sabe próxima a morir.

Cierro la puerta y me marcho antes de que su inverosímil cara de puerilidad, me provoque compartir más tiempo con ella.

Deseando su muerte, tomo una cerveza con papa, en la salita de estar.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

4 comentarios:

Enigma dijo...

... el amor de los hijos toma caminos extraños.

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Anónimo dijo...

Creo que tu madre efectivamente lo hizo mal. Leo tus líneas y me doy cuenta de que te arrancaron el corazón de cuajo y lo dejaron por ahí.

Odias a una mujer (cuanta energía requiere odiar) que pusilánime o no aguantó todas las hostias que la vida le dió y terminó al menos de pié. Sola, poco valorada pero completó su vida.

¿Quién eres para ser juez de la vida de otros? ¿Como te gustará que juzguen la tuya? Que alguien empiece escribiendo "Odio..." o simplemente valorar quien te dió de comer, limpió tus mocos y la oportunidad de vivir.

Eres un ser triste.

Anónimo dijo...

Sinceramente, es difícil odiar a alguien que ni se merece la pena que sea odiado. Y pienso que... hay cosas peores por lo que se puede guardar rencor a una madre, en verdad... te lo digo.

Anónimo dijo...

Odio a mi hijo, porque me vio hundida y ya despues de años de sueños no cumplido y no me salvo, se hizo fuerte para gritar su odio pero no para agarrar mi mano y sanarme mi alma herida, si odio a mi hijo al que parí, porque a pesar de perdonarse sus errores, cabo mi tumba con los mismos, Perdoname hijo por no ser perfecta atus ojos, pero no olvides que tu no fuiste mi heroe