Chingue a su madre el que se ofenda.

13 abril 2006

RELATO CORTO -- ¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani?

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Entraba la hora sexta y Ga Nozri crucificado, mordía sus labios como vía de meditación, para soportar el dolor, con la mirada nublada y con leves espasmos, pequeñas contracciones musculares y ardor por la tierra y la sangre que se revolvían en sus heridas. Jose de Arimatea con cólera enorme, aguardaba a la muerte inevitable de su amigo.

Ga Nozri mordía cada vez más su labio inferior, ya quemado y sangrante; mientras veía a más de veinte metros la primera valla que detenía el acceso masivo de los curiosos e iracundos que le habían juzgado, con clamor popular. Sentía el cuerpo paralizado, las constantes contracciones involuntarias solo le daban cuenta de su perdida gradual de sentido. El trataba de observar todo y sabía que moriría, lo cual le aterro.

Recordó los tiempos en que la tradición religiosa se apodero de el, lo conquisto siendo un niño. Su pasión por el conocimiento otorgado lo fue arrastrando a la lectura de las escrituras. Vio pasar imágenes en su cabeza, principalmente, las caras de las mujeres, que a mas de treinta metros, el había podido reconocer entre la muchedumbre. Su madre y su mujer.

La certeza de la muerte, los insultos recibidos por los mismos delincuentes a su alrededor, por los centinelas, por el pueblo al que amo, le agudizaron un dolor en la parte media del torso. Un enorme vacío lo colmo. Miro al cielo y perdiendo la fe gritó.

Observo también que las últimas horas de su vida eran colmadas con un atardecer bello, desértico, lleno de colores y un sol que se despedía por siempre. Uno de los tipos que estaban al lado murió, murmurando algo antes de expirar. No lo escucho, principalmente por la lesión que tenia en el oído izquierdo, el cual estaba destrozado.

Las multitudes que lo escucharon en algún momento, estaban ya ocultas y convencidas de que el Mesías no había llegado. No entendieron el mensaje del filósofo, radicalizados en la integración de una manera de ver la vida, en religión. No concebían nada fuera del pueblo y la lectura de Abraham. Los judíos dispersos se integraron después de su muerte.

Mirando el atardecer, sin ningún revuelo climático, ninguna expresión de la omnipotencia divina, desmayo.

Los centinelas, esperaban a la muerte natural y simplemente jugaban para pasar el rato. Al caer la noche, bajaron los cuerpos y los entregaron. José de Arimatea ayudo con una manta. Ga Nozri cerró los ojos sabiendo que iba a morir, aterrado porque finalmente, sabía que más allá de su vida, nadie lo había comprendido. Sus metáforas le condujeron al barbarismo de la interpretación religiosa.

Los zopilotes rondaron la cima de la montaña y después de un rato, desaparecieron en la oscuridad inmensa, de la noche y del pueblo judío.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

3 comentarios:

Dark Fairy*~ Iraís dijo...

Ohhh.. extraña interpretacion de lo irreal. saludos

Mariana dijo...

... su mejor memoria (quiza la unica)
esta en los traumados y degenerados
que pagaban su cuerpo para sentirse vivos
(milagros de mujer que desconocen las religiones y la ciencia)
para reexistir en aquel mundo violento
donde el hombre,
nomada por fuerza se confundia con la arena y los chacales,
con el viento y los espejismos
con la muerte, la soledad, la lejania
del desierto.

Uff esto se esta complicando...

XD

Anónimo dijo...

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