Chingue a su madre el que se ofenda.

09 mayo 2006

CUENTO CORTO RECONSTRUIDO-- LA HISTORIA DE LOS TRES

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Un niño cuyo nombre nunca se supo, caminaba por la orilla de una vereda, lejos de la gente y llevaba un paso apresurado, cargando consigo un morral, un sombrero de pajilla y una piedra en la mano.

Pasaba por los pueblos grandes, pequeños y ciudades que eran atravesadas por la vereda. Pasaba curioso y observante, pero jamás preguntaba cosa alguna, no se detenía a conversar con nadie y no gustaba de cruzar palabra con los anfitriones que, atareados, no reparaban en la edad del chico, su apariencia extranjera ni, mucho menos, en sus vestidos peculiarmente familiares, pero jamás antes vistos en ningún lugar de la zona.

Solo un anciano, con vasta experiencia en viajes, logro advertir que, ni siquiera el, viajero extravagante, de mas de 100 salidas al mundo, lograba reconocer la tela y los bordados de las ropas del niño. El anciano lo observo mientras comía una bellota, cosa rara también en zonas tan áridas como Prisea.

Prisea ubicada en la tierra media de Langford, no lograba delimitar costumbres ni idioma, era un bazar internacional entre marroquíes, portugueses y españoles. El niño comía pues, bellotas, con mucha habilidad con los dientes y sin pedirle nada a nadie.

El anciano le observo marcharse y le siguió, pensó en que podría encontrar su casa y platicar con su familia, compartir la tarde y recordar eventos de su gloria ya empolvada.

Pero el niño siguió la vereda, por su orilla izquierda, como siempre lo hacia y llego al limite. Perfectamente enterado de que el anciano, a lo lejos, le seguía disimuladamente. Sobre la tierra dibujo la leyenda “Sigue, olvidándote del pasado”.

El anciano se acerco curioso de lo escrito en el suelo y lo leyó. Maravillado por la novedad planteada por un niño, en Prisea, lugar de comercio, de enfermedades, de vicios; se sentó y pensó durante largo rato. El niño desapareció en el horizonte dibujado por la montaña.

El anciano se incorporo y cruzo la línea que había dejado marcada el niño, empujado por la idea de encontrar algo mejor, de lo que su vejez y destino le habían firmado ya hace tiempo.

Pasaron largos días y noches, en los cuales se mantuvieron a distancia. El niño conseguía bellotas e ignoraba al anciano, el cual con dificultades lograba derribar a pedradas alguna fruta, entre peras, manzanas o papas, el anciano se alimentaba, sin entender el porque de lo que hacia.

Hasta que decidió acercarse, el niño detuvo el paso y lo observo.

No hablaron y caminaron juntos un rato, hasta que encontraron un burro corriendo alocado en un cerro próximo, sin soga, el burro se le acerco al niño y este, lo sujeto y le amarro gentilmente, sacando de su morral un lazo azul.

El burro se detenía y defecaba, masticaba pasto y dormía. El niño observaba hormigas, aventaba piedras e incluso, comía, de nuevo, bellotas. El anciano hablo por primera vez y le pregunto a donde iba. Niño contesto: No es tu asunto.

Levantándose, le hizo una señal al anciano para que montara el burro, quien cansado de la caminata, accedió y disfruto un par de leguas montado en el animal.

Pasado el par de leguas, un grupo de pastores pasó y vieron al burro con el anciano encima, estos pensaron: “Que hombre tan abusivo, ver como deja al niño pequeño caminar en lugar de cederle la comodidad del animal”…

El anciano se percato de la mirada y confirmo sus propias dudas, desmontó y subió al niño al burro. Tal gesto le sorprendió, porque actuó protegiéndolo y olvidándose del raro ritual de distancia y respeto que antecedió esos momentos.

El niño no objetó y montó un rato, hasta que otro grupo e pastores un poco alcoholizados, al verlos, le miraron con enojo: “Mira que no darle el animal al pobre anciano, niño ladino, así le ira en la vida, abusivo”…eso pensaron los trabajadores.

Al tanto de eso, el niño, de un brinco se libró del burro y su improvisada silla, que ya le incomodaba el trasero. Caminaron entonces los dos, junto al jumento, uno de cada lado.

Cayo la noche y durmieron por primera vez, recargados en el asno, quien despierto, pensaba y pensaba, sin poder profundizar en ideas y conciente, de que era un animal con incapacidades. Miraba la luna que arrojaba su luz triste en los campos de una tierra desconocida. Miradas en blanco y negro, no conocía la belleza de los colores.

Al día siguiente continuaron caminando cada uno al lado del animal, como amigos, los tres, sin diferencias de edades, genero, especie, apariencias. Simplemente disfrutaban de caminar y ver nuevas montañas y acudir a la revelación de nuevos lagos, animales, sonidos.

Un grupo de campesinos se acercaban en sentido contrario; miraron a los tres amigos y se rieron fuertemente, sin consideraciones gritaban a risotadas estridentes: “Mira que si son tontos, el animal de carga, caminando sin carga, cuando podrían ir los dos encima y ahorrarse el cansancio”

Los amigos humanos se miraron un momento. Le anciano subió al niño al asno y de allí, lo monto el. El burro entristeció mas ante la impotencia que le inspiro un fuetazo de parte de uno de los humanos.

Luego ellos se pelearon por la rienda...

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

3 comentarios:

dirat dijo...

muy interesante cuento. bien escrito y con moraleja. aunque hay palabras que no entiendo. los cuales son regionalismos supongo. por ejemplo la palabra fuetazo, aqui en REP. DOM, tiene varios significados. te felicito.

dirat dijo...

soy yo de nuevo. olvide preguntarte si esta foto maravillosa que muestras, fue utilizada para escribir el cuento. es decir, el viejo ejercicio literario de textualizar imagenes, o si por el contrario buscaste la imagen posterior a la escritura del mismo. saludos

Mariana dijo...

Es la primera version que leo, sin duda hace ya bastante tiempo no le hacia notar la fascinacion que evoca jovencito, pero esas adulaciones vendrian a estropear esto, aun ando digieron (con dificultad) lo anterior, al igual que el acompañamiento musical.

XD