Chingue a su madre el que se ofenda.

28 marzo 2007

CUENTO CORTO -- FRIJOL DE DULCE

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Una tarde de agosto, con el sol explotando grosero, enojado, emputado frente a la plaza cívica, escupiendo lanzas invisibles que queman, que hacen negros a los morenos y que provocan el sudor y las transparencias en las blusas de las colegialas.

El sol se convertía en una tortura cada tarde, mas aun cuando habría que aguantar al gordo deforme que recitaba clases de física y sudaba a chorros, con esa panza bajo el cinturón, desesperante estresante; sus preguntas estupidas sobre las formulas de velocidad y tiempo retrogradas y asfixiantes (¿Qué acaso el carajo gordo no sentía, no sufría, no deseaba escapar al océano atlántico a entregarse a una ola y desaparecer a la verga?). Todos sudábamos y veíamos en cámara lenta el ir y venir del ventilador de pedestal que aventaba ráfagas de aire hirviente que solo semejaba el oasis de una tregua a tan horrendo castigo.

Aquella tarde, un tipo del cual no recuerdo el nombre, con los pantalones a media nalga, con algún aire de pachuco – cholo – asaltante – pendejazo salio al patio y entro entre matorrales, a los relucientes jardines de tierra y abordó a una chica de tercer año, con su jumper guinda. Sin clase, y nada importante que hacer, me quede observando al cabroncete, que no salía de mi vista desde el segundo piso, besaba, manoseaba y arrinconaba.

Como siempre, el desmadre se desato y todos aventaban cuadernos de pasta dura, pelotazos, en la parte de atrás aventaban mesabancos, otros tiraban corbatazos y los menos, se protegían del desmadre junto al escritorio metálico del maestro. Salían al pasillo a vigilar la llegada del maestro o prefecto, empujando la puerta y azotándola; mientras el prefecto platicaba en los laboratorios con alguna chica de servicio social, a quien desde luego deseaba atravesar con la espada carnal.

El tipo de cadenas y andar ridículo, que escondía el brazo derecho mientras metía el dedo en la vagina de la experimentada alumna de tercer grado, volteo al salón e intercepto mi vista, certera, sin pretextos, firme en sus actividades recreativas manuales. Me grito un par de groserías impronunciables (como hijo de tu reputisima y chingada madre) y se olvido de la chica, que apresurada bajó la tela para cubrir sus no despreciables piernotas. Como buen perro bravo de colonia, subió a lucirse con la intencion de madrearme por ver a su “mujer” ser cachondeada por el.

Subió corriendo mientras seis sudorosos y sedientos estudiantes de mi salón detenían la puerta para no dejar entrar a los vigilantes de pasillo, en tono de broma y juego. El pachuco llego y empujo la puerta estrellandose un par de veces, como un miura queriendo salir del chiquero, empujo hasta que pudo sostener con la mano el borde de la puerta.

Al ver que estaba a punto de entrar, seguro de la madriza que me esperaba a manos de un sanguinario mocoso armado de una regla metálica y una cadena que ataba su cartera a su cinturón, corrí hacia la puerta para estrellarme con una compañera gordita que me daba la espalda. Me estrelle y el aventón fue suficiente para cerrar la puerta.

El endemoniado calor del carajo aumento, al compás del tic tac cercano a las tres de la tarde; el pachuco gritaba como loco, las mujeres de adentro abrían la puerta y gritaban como locas y los vigilantes de pasillo gritaban riéndose en escenas macabras, terroríficas, sudando y al instante escurriendo sangre que salpicaba el dedo cordial que a la mitad, despedía sangre a chorros, como regadera, al mas fiel estilo de Mel Gibson o Tarantino en sus películas recientes.

Se fue corriendo, llorando, empapado en sangre y éxtasis embriagado del descontrol incito a los vigilantes a gritar: ¡Fríjol, fríjol! Mientras uno de ellos pateaba el pedazo de dedo que yacía en el pasillo. Lo pateamos lo raspamos y finalmente a mi alcance, lo lance de una patada mas allá de la reja que separaba el jardín de polvo, de la calle con grafitís y vendedores de droga disfrazados de skaters.

El desmadre siguió sin conciencia, sin preocupaciones, esta vez aventando condones con agua a las chicas que traían uniforme deportivo. Me asome a la misma ventana y un perro de la zona, antes visto, se acercaba olfateando al resto de pachuco que después vendrían a buscar las autoridades escolares.

El tipo después de dos semanas regreso a clases, echando desmadre, madreandome a la salida, grafiteando pendejadas en contra de mi identidad sexual, pero, note que no volvió a sacarme el dedo o ir al jardín polvoriento a ejercer la sexualidad de la época secundaria. Y al decirlo ya nadie sonrió.

REFUGIADO ANTE LLUVIA ÁCIDA, EN TIEMPOS COMPLEJOS, EL ATEO LO ESCRIBIÓ ASÍ...

3 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

No soy vengativa... pero ahhhh que bien se siente cuando a uno le desean hacer algo.
Já... le quedan 10 dedos. jojojo

y asi fue escrito por el mario dijo...

que grafiteabas:

el ateo es gay y su novio se llama cristo!!!

mejor escucha a the subways!!!!

alfonso dijo...

leeeero, leeeeero, ya todos sabemos quien es el mero mero