Chingue a su madre el que se ofenda.

10 abril 2007

CUENTO CORTO - CRONICAS DEL CAPITAN S. TYPHI

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Un embarazo puede cambiar fantásticamente a las personas. Mamá cuando esperaba a mi único hermano cambio el mal carácter que la incipiente vejez de papá le provocaba. Mi adolescencia la frustraba, me veía soltar su mano y con certeza podría apostar a que jamás la recuperaría. Pero mi hermano le salvo la vida, le dio el animo suficiente para aguantar las manías enfermizas de papá y las idioteces que solía hacer a mis quince.

Toco mi vientre con amor. Lo trillado de la circunstancia en mi no importa más. Simplemente toco mi vientre y veo la ruidosa ciudad, desde mi apartamento arriba de un negocio agonizante de mercería.

Cuando impones tu maternidad solitaria como condición para tener una relación seria, no hay mucho que reclamar cuando al quedar sola y reconsideras una vez más, lo absurdo de tus decisiones afanosas, llenas de contra moral. Toco mi vientre y doy un sorbo lento al refresco de cola de siempre. Miro el computador y me pregunto cuando demonios dejare de tener esta adicción por la “comunicación en línea”.

La mercería cierra sus puertas y yo bajo por la escalerilla de servicio en busca de comida, hacia algún portal donde por un precio razonable, pueda alimentarnos. Toco mi vientre. Me topo con un letrero por demás familiar que anuncia “Come pollito para llegar a viejito”; 30 pesos por un pollo son suficientes para mí. Salsa y tortillas incluidas, perfecto. Camino con mi bolsa en la mano y veo que el pollo pesa cuando mucho 100 gramos. Un mocosillo apenas.

Dentro de mi cuerpo hay movimiento, como nunca, indigestión dolorosa, jalones de entrañas, sangre que se disuelve con sangre aun mas oscura, incolora, sin oxigeno, con dolor ahogado. Batallas se libran mientras duermo, suficientemente cansada para olvidarlo y despertar.

Mamá estaba en contra de la ciencia médica. Un poco de eso se queda, como sedimento que se pega irremediablemente en las paredes del tiempo, de la inobservancia. Quiero saber si mi hijo es niña o varón hasta el final. No tengo dinero ni interés en comprar cosas de un color u otro antes del parto. Incluso no creo tener dinero en esas fechas.

Vomito. Nauseas. Embarazo delicado me digo, mientras trago lo que queda de mis intestinos, colgando de mi boca. El refresco de cola de siempre me quita el sabor de boca amargo.

Después de un rato de no hacer nada y platicar con una vecina, me animo a hacerme un ultrasonido. 150 pesos con consulta incluida. No es que no tenga dinero, pero las gloriosas propinas de un bar juvenil no son lo que aparentan, salvo la cerveza gratis.

El doctor me mira con rareza, al subirme la falda sin vestir ropa interior. Mi desinterés le provoca confianza y pasa por alto el acontecimiento. No evita ver de más, por aquí y por allá.

Un gel me masajea y el aparato transmite imágenes; muy confiado empieza dando una explicación en pantalla y al poco tiempo calla. Se mesa el cabello, sonroja, se preocupa.

Salgo caminado del consultorio con hambre y poco dinero, me toco el vientre.

CRONICAS DEL CAPITAN S. TYPHI

La población grita y corre a todos lados, lava ardiente corre y arrasa, revuelve y destruye la creciente organización del pueblo Typhi; El capitán S Typhi, nombrado así en honor a su pueblo, abandonando su nombre de pila, se aventura frontal al encuentro con aquel ente desconocido jamás antes visto, ahora intentando apoderarse de su patria. Typhi le pide distancia a su gente, que muere por miles siendo capturado por un remolino que ya por los viejos, es considerado un pasaje al futuro, al pasado o a una dimensión de la que nadie puede regresar. Ríos de sangre corren y Typhi aguarda con coraje esperando el acercamiento con el mounstro, en una batalla que lo llenara de gloria.

Pasan semanas y Typhi organiza un ejército de varios cientos y ataca al mounstro que ha multiplicado su tamaño, muchos mueren y solo Typhi, como Mesías de la salvación, penetra el escudo que separa ambos mundos. Typhi se nutre de sustancia, poder total, atacando al burdo animal que no se defiende, el capitán después de una semana de herirlo en la cabeza, lo devora, odiándolo, recordando hermanos que murieron a causa de su aparición diabólica.

El capitán consume poco a poco, come, crece y al paso de unos días, hace desaparecer lo que allí crecía. Aun se recuerda el llanto insoportable que propagaba el derrotado. Pero ya nadie reconoce al glorioso capitán. Su gente no logra aceptar que S, es un Dios ahora. Se nutre de una bolsa y avanza aun como el mounstro lo hacia, pero mas feroz, mas agresivo, con patas y ojos que todo lo ven, que todo lo pueden, clamando liberación. Algunos le gritan aun llamándolo. Pero el ha perdido contacto con la realidad. Enloquecido.

Un doctor, fuera de ese mundo, de la bolsa y la destrucción, observaron con temor como la bacteria Salmonella Typhi, ha infectado a una mujer, creando un parásito que se ha comido a un feto y que crece en placenta humana, esperando con odio y desesperación que alguien le saque de allí, para desencadenar una serie de sucesos desconocidos.

Yo camino tocando mi vientre, preocupada porque el doctor me ha dicho que tengo un bichito en el estomago.

REFUGIADO ANTE LLUVIA ÁCIDA, EN TIEMPOS COMPLEJOS, EL ATEO LO ESCRIBIÓ ASÍ...

2 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

Este me gustó para una buena publicación!
Ejemplar... si, como no!

Anónimo dijo...

Está fregón este cuento man, prometo que voy a enlazar tu blog.
Saludos desde Baja California Sur, México.