Chingue a su madre el que se ofenda.

18 agosto 2005

3RA NOVELA CORTA -- JEAN PIERRE FINNET--PRIMER ENTREGA

Durante la posguerra emigre hacia Italia, allí me esperaban mis tíos que lograron una buena posición durante el gobierno de Mussolini sin necesariamente comprometerse con el Fascismo de manera abierta, salieron relativamente bien librados durante la crisis del 46 y yo, aun que adoro Francia, vi mejores mañanas en tierras peninsulares.
Después de establecerme en Napoli, en una pensión muy barata que pagaba con mis ahorros, necesite de trabajo. Yo estudie Ingeniería civil en Lyon y a pesar de vislumbrarse una época de oro en la reconstrucción para esta profesión, los años que sucedieron al final de la Guerra fueron horrorosos. Nadie podía conseguir nuevos empleos que tuvieran relación con sus oficios originales, así veía yo como profesores se convertían en ayudantes de obra o arquitectos que se afiliaban a los sindicatos de trabajos múltiples en espera de poder ser escogidos por las mañanas, mediante una lista de empleadores y empleados, por lo menos, de cocineros.
Mi caso no fue muy distinto, yo que hice labores de asesoria en la construcción de la gran vía Trafalgar del norte Francés y que antes de la guerra me había ganado cierto prestigio, hoy al no encontrar bienestar en mi patria, emigro a Nápoles y busco empleo ante la imposibilidad de mis tíos de ayudarme. Busco empleo de lo que sea y hoy ya he recibido mis papeles de migración, donde se me permite trabajar en calidad de emigrante y he entrado a las listas de empleados potenciales.
Con disculpa he de agregar que no me encuentre solo aquí; mi esposa Lucille me siguió, tal y como lo habíamos acordado al inicio del enorme caos, seguimos juntos y ella aunque no domina el italiano, ha conseguido hacer costuras y planchado de ropa de la gente del cuartel policial. Es un buen trabajo en esta época y me ha parecido muy afortunado el hecho de que nadie haya pensado en ofrecer sus servicios en ese lugar. Bueno, mucho decir eso de servicios, pues Lucille es pintora, pero no hay momento para el arte en época de guerra ni después de por lo menos una década.
Mis días pasaban lentamente, al no ser requerido por las mañanas, asistía a los grandes mercados de usos de segunda mano, en busca de auxiliar a alguien y ganarme un dinero, la inflación era terrible, ya que el gobierno de los vencedores, no había logrado establecer ningún plan de emergencia ante tal carencia de bienes. Yo supuse que el esplendor italiano había llegado totalmente a su fin.
Las tardes eran un solitario pasear y divagar a los alrededores, donde como muchos, terminaba recostado en alguna arboleda o parque, pensando que hacer el día de mañana. Lucille permanecía todo el día en casa trabajando y nos mantenía. Eso siempre es doloroso para un hombre.
Nuestra vida de recién casados en Francia era hermosa, una gran casa, dos perros y…en fin, todo era hermoso, yo trabajaba para la Le Votre, una compañía de construcción en la que yo ostentaba el cargo de Ingeniero en jefe de las obras civiles, era demandante y gratificante. Las ganancias como socio nos permitían vivir bien y Lucille se podía dedicar al arte por amor, no por dinero. Ella bajo las influencias de Monet y del alucinante mexicano Siqueiros logro dotar a sus cuadros de un realismo dramático donde la imagen lograba inspirar todo el desarrollo literario del que fuese capaz un hombre, era una gran artista, pero su obra ahora es abono de los nuevos árboles parisinos…(PRIMER ENTREGA...CONTINUA...) Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...