A los 78 años, un campesino como Don Nacho, no tiene mucho por hacer para mejorar las cosas para su gente. Los días en que el fuerte Nachito cortaba leña y hacia callo en las manos para dejar atrás las ampollas, han pasado. Nacho nunca aprendió a leer ni a escribir, mas sin embargo, con sus visitas a la capital y las enseñanzas de sus familiares, logro distinguir letras básicas o conjunto de ellas y sabia su significado; alejado de la semántica, la significancia lograba guiarle a su destino.
En Pueblo Nuevo todos conocen a todos, mas Nacho era un personaje en su tierra natal. Cualquier problema que existiera en relación a la conducta de cualquier cabron del pueblo, Nacho lo arreglaba, era conocido por despacharse a bandidos a punta de machetazos en el camino al pueblo, también era admirado por llegar con coyotes muertos en el lomo, después de que lo atacaran en lo más profundo del monte. El solo pavimento la calle principal, en esa época en la cual no había más que mujeres y niños en Pueblo Nuevo, porque todos los hombres habían intentado tener éxito viajando a Estados Unidos.
En esa época, cuando el contaba sus 35 años, los mas jóvenes optaron por irse, muchos no regresaron, puesto que habían encontrado dinero, familia y buena vida en E.U., cosa que no desperdiciarían por regresar con la mujer fea, harapienta y llena de hijos. Fue entonces cuando los ancianos mayores se quedaron en el pueblo junto a las hijas, esposas o nietos, en una etapa conocida como el éxodo, concepto adoptado al encontrar, en una de las reuniones religiosas de las señoras del rancho, un parecido con el acontecimiento bíblico.
Los días pasaban lentamente en Pueblo Nuevo, al escasear la mano de obra varonil, dividiendo su tiempo, Nacho, ayudaba a las familias de la zona, desde poner techos recién caídos por la lluvia, hasta construir nuevas habitaciones o jacalitos para los niños que no cesaban de crecer. Los infantes del lugar lo conocían como tío, era el tío del futuro del pueblo. Vivía solo, en una casita hecha de adobe, donde siempre tenia bien alimentados a sus dos perros, el Trino y el Rocky. El segundo, adquirió su nombre, después de que Nacho, en casa de un sobrino, vio dicha película en una salida al Alto Lucero.
La convivencia constante con las mujeres abandonadas logro que algunas de ellas, se ofrecieran a pasar el rato en la cama con el, la necesidad mutua hacia de esto algo muy tentador, mucho mas para ellas, que al carecer de hombre, veían a un idilio en Nacho. Este, acepto en algunas ocasiones, pero siempre escogiendo mediante un proceso muy detallado que redundaba en una insaculación fortuita.
La complicidad era muda, nadie hablaba de eso, pero al carecer dinero por actividades económicas impulsadas por los hombres del rancho, todo se convirtió en un trueque, ese trueque implico sexo con las mujeres de la familia, a lo cual Nachito fue respondiendo con una aceptación general y petición de mayores caprichos. En época de lluvia trabajaba mucho para hacer zanjas en las orillas de las casas, prácticamente logro hacerle un cauce al río para que no desbordara y se llevara las casa de las hermanas Giraldes, incluso tuvo que construir un puentecito colgante para que la bella Elena lograra llegar a su casa sorteando el arroyo. Todo ese trabajo constante para el solo hizo que su exigencia de pago en especie fuera más exigente cada vez. Al abundar el sexo en su vida, opto por extremos un poco más radicales.
En una ocasión a Teodora y Nicandra, madre e hija de 32 y 17 años respectivamente, tuvieron que hacerse sexo oral mutuamente, a cambio de que Nacho accediera a reforzar los castillos de su pequeña casa, para evitar que se cayera; el, provechoso, logro incluso, que una de ellas, Nicandra (la hija) defecara encima de su mama.
Por las tardes de verano, Don Nacho se refugiaba en las fincas de café, las cuales cuidaba con esmero y dedicaba meses a conservar de los insectos y de los efectos de la erosión por escurrimiento, era tal su dedicación, que incluso en las noches de luna, se mantenía en las fincas.
Niños comenzaron a poblar Pueblo Nuevo, chamacos con mocos verdes colgando y correteando pollitos, todos muy parecidos y de edades similares, constituyeron la sangre nueva del ranchito. Todos hijos de Don Nacho…
Durante un tiempo, los acarreos cesaron en el pueblo, los partidos políticos poco se fijaban en Pueblo Nuevo, ya que estaban llenos de puras señoras que ni siquiera se interesaban en asuntos de pavimentación de calles, mucho menos asuntos políticos. Pero pronto, la fragmentación municipal cobro auge para concertasesionar funciones municipales, en las cuales, a Don Machito, le toco ser juez de la mini delegación policíaca del pueblito.
Sin hombres y con hijos adolescentes regados por todo el pueblo, todo se volvió un pinche desmadre.
Durante las tardes en el burro que había sido designado como patrulla oficial, se dedicaba a andar separando “sobrinos” borrachos o despertando “ahijados” pedisimos en la plazuela de tierra que semejaba un parquecito provinciano, dia y noche tenia que estar al pendiente de la seguridad de todos sus chamacos…hasta que llegaron los años de la calentura. Las chamacas en época de calor y aunado esto a la falta de recursos, se dejaban ver con vestidos roídos y sin calzones, lo que a los huarachudos chamacos les inspiraba nada mas y nada menos, que ganas de llevarse a la novia al río para dedicarse a tronarle la inocencia…allí cada tarde – noche, se veía al desesperado Nacho con un palo a manera de antorcha, asustando parejitas que aunque lo sabían, disimulaban su parentesco, ya que todos a fin de cuentas resultaban ser hijos del mismo cabron o por lo menos primos hermanos.
La situación se volvió insoportable cuando una de sus hijas mas grandes, de las hijas que si reconoció, contaba con 16 años y salio embarazada de su hermano José. Si, estos no la disimularon, cogieron entre hermanos y sin más, lo hicieron publico. Fue allí cuando decidió dejar el puesto de juez – policía – agente del ministerio publico y dedicarse a sus tierras; con lo que obtuvo de sus tranzas en el municipio, pudo comprarse su maquina para tostar café.
Durante la depresión económica post gobierno de Clinton, muchos de los que no se habían casado, de los maridos infelices, de los patriotas de mezcal, comenzaron a regresar, con camionetones de años recientes, algunos pendejos hasta sin permiso se vinieron, por lo cual, llegaron en autobús con cara de pocos amigos y con un odio tremendo a la policía fiscal; llegaron primero dos, después de algún tiempo, uno de vez en cuando, hasta que el pueblo tomo una forma mas normal:
Matrimonios olvidados llenos de madrazos y flemas en la cara, gracias al pequeño detalle que implica encontrar hijos desconocidos en el hogar añorado, mujeres gritando “por allí no viejo, que me sacas la caca” durante las noches subsecuentes al descubrimiento de chupetones provenientes de “quien sabe que dentaduras”, chamacos durmiendo afuera de las casas con los perros porque el hombre del hogar no aceptaría bastardos en su casa, entre muchas otras, se hicieron escenas comunes en el pueblo.
Pero nadie se pregunto de quien eran esos hijos, nadie dudaría del buen Nacho, quien ya cargando con bastantes años, era mas respetado que ningún otro hombre en el pueblo, gracias a los recuerdos épicos de los bandoleros escapando de los machetazos del señor y a los puentecitos que libraban el río y que el mismo construyo.
El bebe nacido de la relación fraternalmente promiscua dio como resultado un niño llamado Timoteo, quien portaba un labio leporino conmovedor y un defecto muy extraño por esos rumbos: Era hermafrodita.
Nacido en Diciembre, justo el día 24, (todos decían que era navidad, los ingenuos no consideraban navidad el 25 sino el 24), ese día pues, fue recibido el chiquillo quien era visto como un mal augurio. A los tres días de su nacimiento llovió como nunca en el pueblo, cosa extraña en Diciembre; después de esto, una severa sequía afecto la zona y llevo a la preocupación a toda la gente, durante casi un año, noviembre llego sin una gota de lluvia…poco antes de su cumpleaños el bebe, inspirado en el repetido “Ya voy” de su madre al atender a su esposo-hermano, el chamaco nada tonto pero si con deficiencias natales, balbuceo la palabra: “Iavo”…
La gente asustadísima al enterarse que el pequeño llamaba al Diablo, empezó a reclamar la muerte del niño, a manera de prevención.
Entre múltiples discusiones grupales, poco a poco la sequía los fue convenciendo de que el hijo nacido de entre hermanos era la causa de sus desgracias, así que la tendencia fue inclinándose hacia la idea de matar al niño.
Pero no había nadie capaz de hacer semejante cosa, mucho menos los hombres que, mas frescos de mente, venían de un ambiente mas urbano y veían sin involucrarse, mucho de lo que acontecía en su tierra natal. Poco a poco también, la tendencia se fue inclinando a que el culpable de todo este problema, se hiciera cargo de eliminar al hijo de Satanás.
Don Nacho acepto, amenazado por algunas mujeres con el hecho de contar a los hombres de sus aventuras enfermizas y del verdadero origen de tanto hijo de nadie…
Una tarde, en la piedra blanca del río, el bebe de un año y dos meses murió. Un certero machetazo corto de tajo el tierno cuello. Fue quemado junto con ramas de pino y basura. La mama no lloro, solo volteo a ver a Don nacho, que con las manos salpicadas de sangre, había matado a su hijo más pequeño.
Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...
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