Chingue a su madre el que se ofenda.

19 febrero 2006

CUENTO CORTO -- 28VA TRILOGIA -- EL TIO BARTOLO

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Recuerdo como el tío Bartolo llego platicando hace ya un par de décadas, a la casa de mi abuela, sobre su mas reciente aventura: Se había ido con unos amigos a la Ciudad de México, el en si no tenia un oficio y ya pasaba de los 35, sin chamba en el rancho, decidió bajar a la capital del estado, a casa de mi abuela y después de unos meses de estar de huevon, algún borrachín le propuso ir a buscar trabajo a la Capirucha.

Junto con 3 tipos se fue a la gran aventura que representaba el hecho de viajar en autobús y llegar a tal lugar, prodigiosamente descrito por múltiples personas durante sus ya numerosos años.

¿Pero quien era el tío Bartolo?

Nacido en Martínez de la Torre Veracruz, hijo de una familia muy numerosa, numero 12 en la cadena de 17 hijos del mas robusto matrimonio que jamás se haya conocido en la familia, no estudio, no sabe leer ni escribir, chaparro y bastante, pero bastante…umm…despistado.

Su vida paso sin pena ni gloria en el ranchito, arriando vacas y escuchando a los aventureros solteros discutir sobre que ciudad es mejor para vivir…el se la pasaba solo escuchando. Un día se decidió y allí lo tuvimos, en camino a la ciudad de México.

Aliviados por su ausencia, tratando de regresarle aroma respirable a la casa y erradicar el olor a sudor que se cargaba y las numerosas cosas que destrozo por no saber usarlas, lo perdimos de vista en mas o menos una semana, no supimos mas de el.

Hasta que un día, viendo caricaturas y las apariciones del Tío Gamboin, salio la tradicional sección de “SERVICIO A LA COMUNIDAD”; las fotos de hombres, mujeres y niños que “PADECIAN DE SUS FACULTADES MENTALES” fueron interrumpidas por la foto de mi tío…si, el cabron se había perdido y estaba en el Canal 5, donde después de llamar y localizarle, mi papa fue por el y lo trajo de regreso a la casa.

Feliz narro una y otra vez como conoció a varios artistas en las instalaciones de Televisa y presumía orgulloso que se había perdido, aun sin padecer de sus facultades mentales.

Como muchos mexicanos que no pueden subsistir en tierras que no ofrecen oportunidades dignas, Bartolo se fue a Estados Unidos.

Vive con 13 tipos desde hace 4 años, a uno le ha depositado su confianza y hace las veces de traductor. Los campos de Illinois lo albergan con un sol abrasador en verano; recoge frutas y las empaca, trabaja para una empresa importante en el estado.

El racismo hacia el ha sido abierto, implacable y nada diplomático, el tipo, a pesar de su inocente ignorancia, muerde sus labios para no cometer ningún error, para no perder lo que ha ganado.

Ha tenido que soportar miradas de desprecio por parte de niños, que al verlo sucio y con la piel morena, llaman a mama diciendo: “Look mommy, it’s a mexican”. Ha lidiado con las miradas de confusión cuando entra a algún supermercado y los empleados nerviosamente dudan entre saludarlo como a un cliente o correrlo como a un indigente.

Su diversión en este país consiste en tomar. Sus encierros le dan seguridad y junto a los demás señores, arman borracheras en silencio. Dormir y comer.

El extraña la comida en su pueblo, las fiestas, la gente, los amigos, la libertad. Pero sabe que en México no podría conseguir su televisión de 32 pulgadas ni un Ranger 90.

Ayer le negaron subir a un autobús, eso aun existe. Los negros lo miran con desprecio, porque además de ser los primeros racistas en esta sociedad, son los más ignorantes. Bartolo solo agacha la cabeza y aprieta los puños.

Manejando sin licencia lo han detenido.

Después de 3 meses de trabajar y apenas decir thank you al recibir su cheque, desesperado por no saber como cambiarlo por dinero y aliviado por encontrar un negocio donde se lo cambian por 3% de comisión, pobre, se lo ensartan cada semana.

Y es que es demasiado tonto, pendejo o de plano, demasiado mexicano. Acostumbra comprar frijoles y tortillas en las tiendas mexicanas de la localidad, evita a cualquier precio ir a tiendas de origen Norteamericano y solo arregla su camioneta en talleres mexicas.

Después de meses e incluso años, el sueño general del mexicano es volver a su “tierra”, votar les vale un carajo al igual que la realidad del país, de México y de los Estados Unidos; Bartolo ha juntado un dinerito suficiente como para regresar y comprarse unas tierras, unos animales y hacer negocio con eso. Ha tenido que aguantar hasta un escupitajo en la cara por parte de un jefe de línea Hindú, el cual desespero al extremo, solo porque Bartolo no entiende ni señas, sus titubeos y semilloriqueos son realmente desesperantes.

Al abordar un avión con destino a la Ciudad de Veracruz, vuelo internacional en el aeropuerto Midway de Chicago, sin entender los gritos de sus amigos, al argumentarle al tío, que si viaja a México, forzosamente migración lo revisara, mas allá de no tener papeles en estados Unidos, no los tiene de México, el pinche tío botana no conserva ni su acta de nacimiento, la cual cambio a los 20 años, por un cartón de caguamas allá en su rancho.

En la sala de migración, es detenido, preparado para deportarlo a México, pero las autoridades de la SRE le solicitan papeles. México, muy a pesar de tener millones de indocumentados, también se da su paquete en asuntos migratorios.

Con embalaje racial, Bartolo es enviado a el Salvador, en un avión con 7 tipos mas, que contentos, ya platican entre si sobre la familia y el traspaso de fondos que hicieron. Bartolo no se ha dado cuenta aun, que sus 11 mil dólares fueron confiscados por las autoridades norteamericanas; Bartolo es muy, pero muy pendejo. Al escuchar los murmullos sobre San Salvador, Bartolo sonríe y descansa, San Salvador queda cerca de Naolinco, en Veracruz, a 20 minutos de su rancho. Se rie secretamente feliz de tomar un avión que lo deje mas cerca.

Al bajar, comienza a llorar y se da cuenta, que ni el canal 5 o el tio Gamboin lo salvaran esta vez.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...