Chingue a su madre el que se ofenda.

25 mayo 2006

5TA NOVELA CORTA -- EL OCASO DE NAGUKI OSHI

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Donde los manantiales nacen y mueren sin que un solo hombre haya dado fe de su existencia, allí nació el bebe Naguki. Su madre lo llevo consigo hacia Johor Bahru, donde a la edad de 10 años, un día despertó en el cuarto donde ambos vivían y no vio a su madre.

El delgado jovencito busco trabajo en los mercados del centro, donde gracias a que tenia buena estatura, pudo embarcarse en el navio pesquero de sardina. El Huang Yi zarpo junto con otros adolescentes que por 20 dólares americanos estaban gustosos de embarcarse por meses. Todos eran huérfanos, al igual que Oshi.

Durante los primeros días, el admiro con impresionante vehemencia la mar, nunca había visto la intensidad de las olas en los peligrosos mares de Java. Las olas que azotaban el barco lucían tan feroces que amenazaban cada 3 minutos con voltearlo, pero nunca sucedía; con el tiempo se acostumbro a ese salvaje vaivén. Durante las noches dormía poco y se dedicaba a ver los fenómenos del mar abierto.

Dichos fenómenos, por mencionar algunos, variaban entre ver ballenas viajando a la par del barco, aprovechando su corriente, para disminuir esfuerzo, hasta fantasear con los sonidos lejanos, aquellos que muchos consideran cantos de sirena. Y es que hacerse adolescente arriba de un barco durante años es muy complejo.

La ruta fue variando, llegaron a Surabarta y Yakarta, en medio de peligrosos estrechos submarinos, donde los casquetes del barco corrían peligro, llegaron a través del enigmático mar de Java. Se expandieron las expectativas al llegar a las rocosas submarinas del limite del mar de java con el mar Indico; los lideres de la embarcación propusieron una nueva ruta, a las prometidas aguas del mar de Vock, pasando a un costado de Oceanía, en un viaje larguísimo pero que prometía oro y riquezas aun no conocidas por ningún asiático, mucho menos los incipientes exploradores europeos. Los huérfanos acordaron arriesgarse, no tenían absolutamente nada que perder.

Durante muchos atardeceres navegaron y navegaron, obviamente el agua dulce se fue agotando y de vez en cuando, marineros saltaban por la borda.

La noche comenzó a ser mas larga y la desesperación causo masacres. Las enfermedades acabaron con la tripulación y la histeria se apodero de los mas jóvenes.

El joven Naguki siempre se mantenía tranquilo, cuando la sed o las ansias de comida caliente le atacaban, solía sentarse en lo más alto de proa a meditar. Solía divagar entre la importancia de conservar el oro obtenido por aquel viaje o conservar comida para el regreso.

El, junto a los huérfanos que se conservaron vivos, formaron un grupo de 8 personas, más 5 adultos que manejaban los quehaceres de la embarcación. Durante 3 meses navegaron hacia tierras desconocidas, adentrándose en el mar de Vock. El frió intenso mantenía a los huérfanos alejados de la superficie y solo salía uno de vez en cuando a desenredar las velas para permitir la navegación. La alimentación ya era muy reducida, solo se ingerían pequeñas porciones de Uya Xing, raíz china que nutria lo suficiente para, por lo menos, mantener la salud. Naguki solía ingerir dicha raíz, sintiéndose fuerte por las mañanas para ayudar en labores propias de la navegación, un poco mas tarde, administrando energías, descansaba turnándose con los demás huérfanos. Pero pronto la sensación psicológica de hambre y alimento surgió, fue cuando decidió suicidarse.

Pasaron un par de días hasta que resolvió el problema, decidió simplemente aventarse al mar.

El Mar de Vock es simplemente desolador. La marea es tan calma, que es incluso difícil navegar, mover las pesadas aguas con el casco es muy complicado, los vientos son muy tranquilos como para impulsar la nave, en cualquier dirección, la tarea es simplemente imposible, se llego a un punto el cual, no se podía avanzar ni retroceder.

La carnicería no se hizo esperar, al 4 día de estancamiento, los huérfanos tomaron por sorpresa a 3 adultos y los asesinaron. Los restos de manera obvia fueron consumidos vorazmente por los jóvenes. Las cabezas, debido a su desagradable olor y apariencia, fueron colocadas como carnada sujetándose de la cubierta y esperando atraer a algún tiburón o animal parecido. No apareció ninguno de estos.

El día escogido para el suicidio, Naguki despertó y al salir de su habitación fue informado: habían llegado a una isla, nombrada por ellos como Ikitea. Ya habían desembarcado los 5 huérfanos sobrevivientes y los 2 adultos, todos felices no se inmutaron en avisar a Naguki.

La suerte estaba tirada. Los huérfanos en un gesto de éxtasis insano, decidieron dejar amarrados a una roca a los adultos. La roca se ubicaba en un risco que no podía ser visto de manera cotidiana desde la parte de la isla donde comenzaron a construir pequeñas chozas. Los adultos murieron poco a poco carcomidos por el sol y la salinidad del agua.

Las cosas se dieron bien dentro del paraíso. La comida era abundante, la pesca y la recolección eran cosa sencilla, cada quien construyo sus habitaciones y lograron establecerse de manera practica.

Naguki se refugio cerca de los riscos, se alimento de caracoles y de los restos de los adultos, estuvo apartado de los huérfanos, quienes nunca se inmutaron por buscarle, así, Naguki conoció a un borrego, con el cual trabo amistad.

El borrego y el conversaban largamente acerca de la vida en la isla antes de ellos, del paso de otros navegantes que no cruzaban palabra entre si, que bajaban y morían por causas obvias, no se alimentaban, bajaban locos.

Narro el animal, que en una ocasión un águila voló muy bajo obsesionada con la sombra que la perseguía, efectuó piruetas para despistarla y al ver que invariablemente la seguía, en las tardes de sol estupendas, decidió atacarla, murió estrellada en el risco donde también habían muerto los adultos.

El borrego comía muy bien, pasto y numerosas flores, lucia mucha lana, lo cual durante las noches le era muy útil a Naguki, quien se abrigaba entre sus patas, el huérfano también tomaba leche de el. Era sexo masculino el animal.

Durante unos dias estuvo asi, platicando con el borrego; donde una de las mas memorables disertaciones fue la siguiente.

-“Por que los hombres crean Dioses, ¿Que es un Dios Naguki?

- “Un Dios lo es todo, mar, tierra, aire, estrellas, la voluntad que mueve al mundo, la eternidad, el tiempo, la esencia”

- “Ah, menos mal, yo supuse que era el padre de todos los hombres y que tenían algún tipo de fijación sexual con el…”

- Akira, no digas eso…

- “¿Y el crucificado, el gordo sin cabello y el tipo de varios brazos, son hermanos?”

- No, son uno mismo…

- “No lo comprendo, pero si que son estupidos los hombres…”

Durante las tardes, solían posarse en el risco, que había desarrollado una especie de flor muy bella, abonada precisamente por la sangre y desperdicios de los adultos; el borrego comía de ellas y Naguki lo contemplaba; postrados en el risco, observaban el cielo y se admiraban de las estelas rojizas que se veían, nunca antes contempladas por nadie que hubiera sido capaz de verlas.

Naguki enflaco demasiado, a tal grado que le era imposible levantarse, por lo cual, solo se encomendaba a el borrego, quien dejo de hablarle como antes y solo lo atormentaba con disparates y ordenes, parecía haber enloquecido, hablando de prohibiciones, de fantasías anacrónicas y de reglas para los hombres, de los cuales apenas conocía su apariencia.

Una noche de fiebre, Naguki vio conversando a su amigo con una liebre, la liebre tenía los ojos de un rojo encendido y posado en dos patas, dando la apariencia de estar de pie. Discutían sobre el destino del horizonte, entre vender el limite a algún cometa forastero o regalárselo a la bella dama que vendían los habitantes de las chozas en la parte plana de la isla. Uno de los huérfanos era vestido de mujer y vendido por sus hermanos a los otros para satisfacciones carnales. Recordaban también con este ritual, como ellos mismos habían disfrutado del cuerpo de su propia madre, justo antes de morir.

Naguki no soportaba tanta incoherencia, sentía miedo, maldad, no soportaba ver voltear de vez en cuando a la liebre con actitud sospechosa o al borrego esbozar sonrisas sin un por que. ¿Acaso estaban cuidándolo?...

Un día, con mayor enfermedad, la liebre se fue, corrió en dos patas gritando un nombre ininteligible, además de taparse el rostro y con lágrimas en los ojos.

Akira, el borrego, comenzó a actuar muy raro, entre brincos y gritos, le pedía a Naguki que se fuera, luego, le cantaba canciones. Naguki decidió volver a ver a los huérfanos, ellos, ya vivían en comunidad y tenían a “la bella dama”, trabajando duro para que quedara embarazada. Oshi no soporto ver como habían encarcelado a varios borregos para después comérselos, además de un altar a una roca con forma de mujer…

Naguki camino desorientado, a la deriva y se introdujo al mar; a lo lejos, sobre una roca marina cuya punta sobresalía en el mar, una figura femenina se distinguía entre la niebla, una figura de mujer pero infantil…emocionado por el realismo de la imagen, supuso esta cierta, animado de repente, inicio una carrera dentro del agua mientras la marea subía poco a poco, hasta que comenzó a nadar…aun la veía cuando tomaba aire, mientras ella lentamente volteaba cubierta de un velo; así se acerco lidiando con pequeños remolinos y con la esperanza de alcanzarla, lo que fuera…

Nado con todo, con fuerza descomunal para su estado, hasta acercarse al area tranquila de mar que circundaba la roca…al entrar a ese lago, la dama estaba mirándolo, pero con el rostro cubierto…

-“¿Dónde esta el universo Naguki Oshi?

- ¿Qué?, no entiendo…

- “El universo esta en tu cuerpo” – dijo la mujer-niña-, mientras destapaba el velo; su rostro era el de una liebre afeminada, con los labios demasiado rojos al igual que sus ojos…

Una parálisis se apodero de Naguki, quien se dejo hundir y dejar brotar lagrimas…mientras descendía en el mar, un llanto descomunal se apodero de el, una soledad que un en su ya golpeada vida, nunca había experimentado…los huérfanos se burlaron de la acción de Naguki y siguieron comiendo ramas de los árboles.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...

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