Chingue a su madre el que se ofenda.

30 julio 2006

CUENTO CORTO -- LOS DOMINGOS DEL EX COMANDANTE MOISES DELGADO

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El calor intenso que abarca los límites del aire acondicionado rozaba la frente de Moisés Delgado, quien dormido a mitad de domingo, dejaba caer una leve línea de saliva espesa y blanca.

El cuarto denotaba la existencia de cosas anormales para un tipo cuarentón en la ciudad de Tijuana; el Capital y un libro de Luís Spota, adornado con algunos recortes de periódicos que se referían a la cruel matanza en Acteal.

Humo y colillas de cigarro hacían la atmósfera intransitable para los insectos, que dejaban el ánima volar y el cuerpo achicharrado por una mal función biológica.

Botado en un catre con cobijas sucias, Moisés Delgado dormía con una mano metida debajo del calzón y soñando seguramente, con los elefantes que recién había observado en el circo un par de horas antes de llegar a casa. Sin hijos y con una vejez galopando a gran velocidad, Moisés se la pasaba dormido la mayor parte del día, para por las noches, salir a caminar.

Siempre planeaba bien sus salidas, cuidando que no le viesen los vecinos, oculto en su chaqueta café rápidamente tomaba calle abajo la ruta hacia la avenida principal, la avenida Cuauhtemoc. Oculto por un par de cuadras, al verse protegido en el anonimato colectivo de la gran ciudad, bajaba el cuello de la chamarra y se mostraba calvo y con lentes de prominente aumento.

Apresurado, tomaba un taxi que le condujera a los bares donde las mujeres tatuadas con cicatrices en el vientre le ofrecieran amor, mas allá del enlatado en trajes de lentejuelas y perfumes corrientes, amor, amor.

Las mujeres chapanecas, con bigotes le jalonaban porque el día no había sido bueno, las fiestas patrias habían tomado a los alcohólicos a la plaza central y les ofrecía una distracción a los respetables clientes de estas mujeres que profesaban de manera evangélica en amor a la vagina. Las morenitas, que no variaban en la estatura inferior a 1.60 mt se peleaban al ver a un tipo raro con cara de fracasado que paseaba viendo las piernas de las regordetas profesionales del amor.

Casi al azar, escogió una, que no luciera tan goda ni tan enferma y subieron al cuarto, donde antes de entrar, le dieron un condón regalado por la SSA. Entro al cuarto de 1 mt por 2 mt y dejo entrar a la damisela quien cerró la puerta.

La mujer con bigotes y vellos axilares se desvistió y se tumbo en la cama, donde abrió las piernas y dejando escapar un olor a intimidad femenina mezclado con intimidad masculina, recibió al calvo Moisés, quien no pudo tener una erección con condón; victima de la edad y los vicios, se separo y sin decir palabra, corrió a la mujer del cuarto.

Quince minutos para un cigarro sentado en catre ajeno.

Sentado en un bar, tomando un brandy mexicano con Big cola rebajada con agua, recurre al mismo antídoto que en casa, más cigarros, alcohol y televisión.

Los jóvenes que experimentan visitando por primera vez las cantinas que les han sido vetadas, como cuando niños al aventurarse en la casa en ruinas de la esquina, le ven con asco y el con lujuria, tanto a homosexuales vistiendo relojes Emporio Arman, como Gays con camisetas DKNY estampadas.

Después de un rato de observar a un muchacho, que viste camiseta rosa y peinado con un “Mohawk”; le sigue al baño donde al alcanzarlo, lo aprisiona a su cuerpo, a su pene que ha superado la desmotivación heterosexual, con la perversa risa que le provoca saberse mas perdido que nunca.

Cansado, regresa a casa caminando, pues ha gastado todo su dinero en el joven homosexual, vea una pequeña niña llorando en la esquina de la calle Ermita y el Blvd. Díaz Ordaz; se acerca a ella y le pregunta por su mama, papa o familia; la pequeña de apenas 10 años le abraza y entre sollozos desesperados le pide ayuda.

La lleva de la mano y al aproximarse una patrulla a sus espaldas, levanta la mano en franco saludo, que ensayado al correr de los años, resulta en confianza para los oficiales, quien sin razón alguna, prenden sirenas y dan vuelta en U prohibida, para después de cien metros, estacionarse en una taqueria de la zona.

Mas calmada, la niña escucha atenta la platica semi-infantil de Moisés, quien la conduce al callejón de la calle tercera, en la Colonia Guillen; al llegar, desviste a la niña y la penetra lentamente, y ella, sin oponerse, parece disfrutarlo, de manera bizarra.

El semáforo del crucero de la avenida Benton y Benítez tiene una nueva visitante, que ya hace amistad con las hijas de los freseros y fruteros de la zona, mientras que el calor de la tarde, roza la mejilla sonrojada, evaporando la saliva escurrida de Moisés, que duerme feliz, al lado de un insecto achicharrado.

Y ASI LO "CREE" EL ATEO®...