Chingue a su madre el que se ofenda.

20 marzo 2007

CUENTO CORTO -- DOMINGOS DE COLONIA

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Una vez cada semana, el gran camión recolector de basura pasa por este Infonavit. Pesado, arcaico y ruidoso, se estaciona frete a la carnicería “El Toro feliz”; tarda un par de minutos en bajar las tenazas y enganchar el contenedor oxidado del callejón de servicio.

Dentro de la carnicería, que a su vez, en el fondo y segundo piso contiguos es casa; esta, en el baño familiar, Domingo Barcenas, el gordo dueño de la carnicería.

Sentado esta leyendo un TV Novelas de 1990, donde Gloria Trevi medio enseñaba las tetas. Acariciándose los pellejos, leía interesado que la Srita quería ser presidente de México, cada tres segundos volteaba a ver la imagen, como si en ese lapso, se le pudiese descubrir un poco de carne a la señora.

De repente, en los testículos colgantes, Domingo sintió una mordida salvaje, feroz, dolorosa y se levanto gritando: “¡Chingada madre Pendejo!; una rata de treinta centímetros aproximadamente le había encajado sus colmillos, tal vez sintiéndose invadida por los desechos de el buen cristiano carnicero; la rata lo soltó y huyo despavorida por el hoyo, esta vez de la regadera.

Domingo alcanzo papel periódico y con un par de lágrimas brotando de los ojos envolvió sus asuntos.

Pronto, al descubrir el periódico ensangrentado, la Sra. Gina comenzó a gritar y a pendejear al marido, Domingo, con odio en sus ojos llorosos, destazo algunas cabezas de puerco de manera desagradable a los consumidores.

Gina pronto llego y le desato una sarta de necedades acerca de la caca que dejaba pegada en las paredes del retrete, de la revista con semen en las tetas de Gloria Trevi; de los niños sin ropa escolar, de la comida que jamás cesaba su olor a putrefacción, (Domingo le daba de comer a su familia la carne que no se vendía a tiempo), Doña Gina a los pocos minutos se canso gracias a su colesterol y dejo en paz a Domingo, quien adolorido abrió las cortinas metálicas del Toro feliz.

La gente respetaba al carnicero, los muchachos jamás pintarrajeaban las paredes del toro feliz, a pesar de estar al costado del callejón donde los menores de dieciocho vendían mota y crack ocultándose de los dealers más viejos. Ni viejos ni jóvenes afectaban a Don Domi y Doña Gina. Todos sin falta en alguna ocasión habían comprado carne para las milanesas, los tacos, los caldos de res, las albóndigas.

Por la tarde, como a las cinco, Domingo cerraba las puertas del negocio, subía al baño y despachaba su segunda cagada del día. Tenia muy presente el consejo de los nutriologos del TV Novelas, acerca de que una persona sana, caga por lo menos dos veces al día.

Al terminar, si era necesario, conducía hasta el deposito de una empresa de carne al mayoreo, regresaba y hacia algunos cortes especiales. Doña Gina miraba las novelas todo el día, mientras sus hijos correteaban con gatos en los brazos a las ratas que acechaban el cuarto frío de papa.

Gina por la noche, volvió a la carga, con los reproches de la tarde, hasta caer en los reproches de siempre: ¡Arruine mi vida por ti!, ¡Si le hubiera hecho caso a Falcón (ex novio) cuando me rogó que me fuera con el!, ¡Ya no se te para!...

Domingo, algunos días antes, en plena borrachera había jurado a sus amigos (el borolas y el tubo) que le pondría una puuutiza a Gina si le volvía a echar en cara que no se le paraba con ella. Al instante se enfureció y le soltó golpe fuerte, con brazos de carnicero y por la cara impulsada, rodó por las escaleras de la casa, escaleras anchas por supuesto, para permitir el deslizamiento gracioso de la mujer más gorda de la calle.

Lejos de ayudarla, se metió al cuarto y se encerró.

Durmió y a medianoche la tranquilidad de no tener el cuerpo asfixiante de su cónyuge de manera paradójica, le despertó. Bajo las escaleras con cuidado con la intención de ir a la cocina a sorprenderla comiendo buches de pollo fritos como cuando tenían una discusión de las pesadas pero antes de terminar de bajar, tropezó y cayo encima del cuerpo frío de la Sra. de la casa.

Asustado, le checo, como a un cerdo, si vivía o no. La arrastro el se sentó asustado, llorando de miedo mientras amanecía en ese recóndito Infonavit.

El Domingo a las ocho en punto, abrió las cortinas del toro feliz, el cazo gigante y la tubería de gas se instalaron rápidamente y el término de la cocción comenzó. Carnitas y chicharrones para todos. Letreros con cartulinas y letras con plumones de sus hijos, ofreciendo banquete al salir de la iglesia.

A las doce del día era la locura, vecinos trajeron mesas de su casa y prepararon salsas, platos desechables, aguas de horchata; incluso el viejo gruñón de la tienda de la esquina se acerco a regalar tenedores de plástico.

¡Mi mujer se fue, al sur con su mama, me ha dejado a los niños! todos se alegraban porque el mas querido de aquel par siempre fue nuestro amigo Domingo, además de que se compadecían de el al escuchar a toda hora los berreos de su mujer; ¡Mate tres cerdos para ustedes, amigos míos!

Todos quedaron satisfechos y pronto cerraron la calle y la fiesta no se hizo esperar, la cerveza, el baile, los niños jugando y los cuatro hijos de Domingo y Gina en el día mas feliz de su vida, sin los regaños de mama y comiendo los tacos de chicharrón mas sabrosos de su vida.

Domingo se excuso en su oficio, para no comer aquel día.

REFUGIADO ANTE LLUVIA ÁCIDA, EN TIEMPOS COMPLEJOS, EL ATEO LO ESCRIBIÓ ASÍ...

3 comentarios:

Ma. Luisa dijo...

Muy Interesantes tus cuentos cortos, disfruté leyendo. Saludos

y asi fue escrito por el mario dijo...

carnal, muy buen cuento, me zurre de la risa, mas pq me imagino al don domi con la cara del Rich me acorde de ese wey, jejej te acuerdas putito!!!
saludo carnal, cuidese, y el ojete mas!!

Don Mike dijo...

JAJAAJAJAJA.... QUE PINCHE CUENTO TAN CHINGON.mE IMAGINO A LA HORA DE CORTARLE LA VERIJA..JOJOJO.

SALUDOS SR Y QUE SIGA EL DESMADRE ESTE....