Chingue a su madre el que se ofenda.

30 julio 2007

CUENTO CORTO -- ICAROS

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Existen días en los que el sol parece querer acariciar, se acerca tanto que brilla más y cobija como pocas veces. Esa tarde el sol estaba mucho más grande y presente que en ocasiones comunes.

Las abejas volaban cerca de flores abiertas a todo botón, los botones tímidos se abrían rápidamente, con un movimiento casi perceptible para cualquier observador aficionado. Los pájaros se refugiaban en los árboles más frondosos, conocedores tal vez de la leyenda de Icaro, tal vez como espectadores o tal vez como protagonistas, en sendos casos arcaicos.

Por el sendero estrecho de tierra rodeado de pasto a medio crecer, a lo lejos un burro cargando leña en su lomo con paso lento se acerca. Voltea con los ojos más serenos que se conocen a un animal, más serenos aun que los de un gato de rancho. El burro se detiene cada tres o cuatro pasos a morder sutilmente el pasto de las orillas de la vereda y prosigue lentamente su camino hasta deglutir por completo el zacate. Prosigue su andar y pasa de lado, observando y abriendo lentamente los ojos mostrando la lengua con aire gracioso.

Al asno le enseñaron a viajar entre el bosque y la casa, el, aunque tardado, sabe llegar solo y sin interrupciones largas a descargar la leña que la familia vende por fardos. El hombre corta leña suficiente en el intervalo del viaje a dejar leña y el de traer alimento al trabajador. El burro se echa sobre el pasto y da vueltas sobre el cuando llega con tiempo de sobra del viaje redondo.

En el patio un gato blanco de algunas semanas de nacido, corretea su cola durante un tiempo asombroso, de repente, al ver su sombra reflejada por el sol que ya baja, persigue su sombra, fascinado por el descubrimiento, siendo el primer día que su madre lo deja jugar y explorar, fuera de sus dominios. La gata lame su mano y se limpia la cara, señal de que una visita llegara por la tarde.

Una gallina falta en el corral. El burro tranquilo observa que una gallina de copete anaranjado que le causaba simpatía no esta en el grupo. La gata come unos huesos de manera desesperada mientras que la cría juega con una canica que alguien olvido en el patio con hoyitos marcados en la tierra. El cachorro extasiado no deja de brincar, (de ser posible, una sonrisa enorme se dibujaría en su felino rostro) y revolcarse al golpear la canica y el burro entiende que es mejor cargar leña que comer maíz con un pico.

La gata desvía un poco la mirada (un día si, otro día si) y fija la mirada en aves enormes que vuelan cerca de los maizales; no son gallinas podría pensar, pero nadie afirma tal cosa. Observa las aves que bajan y brincan alrededor de un cuerpo inerte. Un olor desagradable llega a su olfato cansado y aun así se acerca para jugar con los zopilotes, a quienes después de un nuevo vistazo, estima demasiado grandes para ser inofensivos; el burro lleva dos días perdido y buscado por el trabajador y la cocinera, no ha respondido al llamado; la gata se acerca y se da cuenta, que el burro se canso de llevar leña y se arrojo a la luz de otro día mas soleado que el anterior. regresa y acaricia al gatito, que ignora lo sucedido.

REFUGIADO ANTE LLUVIA ÁCIDA, EN TIEMPOS COMPLEJOS, EL ATEO LO ESCRIBIÓ ASÍ...

4 comentarios:

Mariana dijo...

Aun no dan ganas de tirarse en uno de esos dias soleados, los cuales por el momento se olvidan.

alfonso dijo...

mucha gente por aqui queriendo ser burrro.

alfonso dijo...

me falto saludarlo señor..

Don Mike dijo...

Pinche burrito, murio de insolacion.!vale verga!, tan bien que me habia caido.

Saludos sr.