Chingue a su madre el que se ofenda.

11 febrero 2009

DE LA SENCILLEZ

DE LA SENCILLEZ

Admiro a los individuos sencillos, relajados, humildes.

Me entusiasma cuando me topo con personas que te platican asuntos de los mas diverso, simple, sin falsas poses, sin la intención de presumir estatus, posesiones, logros, sino por compartir un momento de empatia.

Es fácil confundir a una persona así, con un farsante, con un queda bien, un arribista. Como los vendedores que a todo mundo hablan, como putas de callejón que no articulan palabras, sino silbidos para atraer a un cliente. Los tipos que a todos llaman con diminutivos o apelativos como abogado, licenciado, sin siquiera conocerte.

Es fácil también confundir al sencillo con el pendejo, si, aquel que hace cosas que producen ternura o compasión, simplemente porque son lo suficientemente pendejos como para no darse cuenta que están exhibiendo su mísera vida, la cual será juzgada por los espectadores mediante burlas y comentarios ocultos, a diferencia del sencillo, al que se le respeta.

Me entusiasma encontrarme con personas que te dan la mano sin esperar un pago, una recompensa, pero esas, ya no se ven muy seguido.

REFUGIADO ANTE LLUVIA ÁCIDA, EN TIEMPOS COMPLEJOS, EL ATEO LO ESCRIBIÓ ASÍ...

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